miércoles, 28 de septiembre de 2022

Explorando la frontera

 Explorando la frontera con C.A /Crónica

#EsdrasCamacho









Por salud mental, recomiendan, levantarse cada cierto tiempo de la silla y salir a ver y recorrer otros espacios, es una de las mejores opciones que oxigena el espíritu y nos proporciona inspiración. 

Las referencias que hemos tenido de la frontera tan cercana a nuestras ciudades han sido académicas y nada recomendables para turistear, por  casos reales de violencia, y otras historias son contadas con dramatismo, que provocan un temor, un recelo y un instinto de repulsión. Aún el año anterior fui a Cuilco C.A con un amigo,  así estuvimos unas horas conviviendo y disfrutando de "otro mundo", admirando y apreciando el estilo de vida de un  sábado por la tarde, en la que las horas del comercio estaban concluyendo. 

Me gustó la Orografía tan mágica, la arquitectura semihibrida de una ciudad y un pueblo pintoresco que se incorpora a la modernidad preservando la vida rural. 

Y, como los médicos que dicen, el caso merece una segundo opinión, decidí volví a ir este año. 

Para llegar hay que bordear el río Amatenango, ese que se llama Grijalva, pero que en su origen se llama Cuilco, el río es potente, vigoroso, ruge con sonidos apoteósicos, las curvas sobre las laderas a veces presentan hondonadas, donde cualquiera, ande a pie o en vehículo derrapa. 

El material pétreo a veces calizo, a veces rocoso, se desprende de las montañas, en lugares que deja ver como si se tratase de la carne  viva colores rojizos, o blanquecinos, según sea el caso. 

Las praderas son como las que yo ví en mi niñez en Motozintla, despejadas, limpias, frecuentemente ves ganado equino, vacuno o bovino pastando en libertad. 

El tramo de terracería tendrá unos 20 o 25 kilómetros, luego el asfalto o el pavimento  anuncia que nos encontramos en aldeas pobladas, primero Caníbal, Guachipilín y finalmente Cuilco. 

La anterior ocasión llegamos en sábado y en esta era domingo, nos tocó lluvia, hicimos un descanso en un lugar llamado Agua Caliente, ahí conversamos con un lugareño, que nos platicó de las virtudes del poblado, la comunidad organizada, usan dos sistemas de agua, la caliente y la fría, la caliente es conducida al hogar con tubos de PVC, y se extrae de un manantial que es "respiradero" del volcán Tacaná. 

Al irrumpir, veo de soslayo, personas que en su patio se encuentran haciendo labores de limpieza en casas de adobe con patio, niños juegan pelota entre el polvo y las charcas de agua que ha provocado las lluvias, animales de traspatio se atraviesan y huyen del sonido de las motocicletas y motores de los vehículos. 

La gente se divide en quienes están descansando en el parque central o en sus hogares , los que atienden los comercios ambulantes o establecidos y los que esperan el vehículo que ha de llevarlos de regreso a sus aldeas, son casi las 6 de la tarde, y la oscuridad no tarda en aparecer.  

Caminamos con Victor Hugo, el perímetro del parque, ahí  la gente conversa despreocupada, en las gradas del kiosko, sobre la fuente, en las bancas. A un costado hay un artista de la kena y la flauta que interpreta algunas piezas musicales y al tiempo ofrece usb y discos compactos con sus grabaciones. 

Avanzamos en la calle, cuidándonos de no ser arrollados por los carros ni por las personas que en carretilla o en hileras humanas avanzan a tropel, apurados por recoger sus enseres o mercancía que utilizaron en el día de plaza. 

Aunque hay prisa en las personas, ser percibe una atmósfera pacífica. Yo tengo la cámara en la mano y hago pronto unas fotos, estoy en el cruce dos avenidas, en las banquetas hay uno o más ebrios inanimados que se quedaron sin terminar el último sorbo de aguardiente, y con las tortillas en la mano. 

Veo un comprador de legumbres  y a la señora que mediante una balanza cuida que lo que el producto tengo las libras correctas; un hombre de espaldas acomoda su hato de hamacas, una mujer mayor y un menor de edad intercambian unas palabras, sentados frente a un portón, hay un hombre mayor, vestido con pantalón y camisa blancas, que habla por el teléfono celular, mientras cruza la calle,  se deja ver también las piezas de metal dorado que adornan su pecho, dedos y cintura. 

Tomo distancia hasta la  acera frontal, sé que hay una escena interesante, pronto aparece, hay una niña que casi tropieza con mi compañero que conversa con una mujer policía que se está preparando también para irse a su descanso, la niña tendrá entre 5 y 7 años, lleva una vasija de plástico en su cabeza, hace una pausa y espera que una mujer,   su madre se empareje a su andar, la señora  lleva a cuestas su hijo, aún más pequeño, la niña enfocada en su quehacer, vuelve a caminar segura. 

Es domingo y ha sido un gran recorrido, no es mucho el tiempo invertido. Estoy agradecido, ha sido un excelente paseo. 

Tengo muchísimas reflexiones, muchísimos pensamientos que conectan con el ser que soy, pero que no puedo pasar a la letra en tan pequeño texto, quizá se manifieste en otras áreas de mi creatividad. 

Las herramientas de mi inspiración, son los paseos cotidianos. 

Motozintla Chiapas, Septiembre de 202