El niño Hermelindo
cuando decide ganar la necesidad.
Persigue la ilusión de ser horcón de su casa
migra por las montañas, para ayudar.
-hacerse hombre en el camino- cultivarse.
Las ciudades le hablan un idioma de fantasía.
La soledad es su paraíso.
Ruedan lágrimas de nostalgia.
Interpreta los rayos de sol, en sonidos.
¿De quién es la orden, “andar por el mundo
ganando la vida, y perdiendo la vida”?
Los convites juveniles le conquistan. Excursiona.
Vuelve una vez y muda de piel.
Con el astro cazado, comienza a plantar su huerto.
“Las manos que dan,
nunca están vacías”. Pronuncia en clases.
El concejo le agradece.
Guardó sus recuerdos y ahora,
se desvanecen, en la marea.
Le pregunto: ¿Cuál es el color de la felicidad?
y ha respondido: Del color de los espejos.